
6 de junio de 1944, 300.000 soldados alemanes esperan el ataque aliado en las costas en el paso de Calais, Francia. Gracias a la información de uno de sus espías nazis más preciados, “Alaric”, se estaban anticipando a los planes de EEUU y Gran Bretaña de llegar a la costa francesa y avanzar hacia Berlín. La gran maniobra de distracción había funcionado: la información aportada por su espía había logrado engañar al mismísimo Hitler y había desplazado a Rommel y a sus hombres a más de 200 km del punto donde se produciría el verdadero ataque: las costas de Normandía. La información dada por este espía es considerada el mensaje más importante de la historia y sería fundamental para el éxito del Desembarco de Normandía. Detrás de esta maniobra, un hombre con un talento infinito para el engaño, un espía doble, Alaric para los alemanes, Garbo para los Británicos. ¿Su nombre? Joan Pujol García ¿Su origen? Catalán. Y en este hilo de hoy…su historia. Vamos allá.
Nacido en 1912, en Barcelona, en el seno de una familia acomodada, Joan Pujol García, había abandonado su sueño de estudiar filosofía y letras y se había formado como granjero avícola. Sin una posición política clara pero firme pacifista había logrado evitar el servicio militar durante dos años usando documentos de identidad falsos. En plena Guerra Civil Española, se escondería durante más de 15 meses para no ir al frente, hasta que, finalmente, y usando una documentación falsa, se afilia a UGT y se alista en el bando republicano. Reacio a tomar las armas, se presenta como un experto en código Morse y telecomunicaciones. En realidad, no tenía ni idea y sus superiores no tardan en darse cuenta. Como contaría más tarde, su intención era pasarse al bando nacional. Con un par de bombas de mano en su poder, comienza a andar con su grupo hasta que comienza a anochecer, momento que aprovecha para esconderse. Agazapado, espera la llegada de la noche, para, cuidadosamente acercarse hacia un grupo de soldados del bando nacional. Tenía mucho ingenio y una imaginación desbordante pero parece ser que no tenía un gran sentido de la orientación porque, al ponerse a caminar para llegar a su destino, se equivoca de ruta y vuelve, sin saberlo, junto a sus compañeros del bando republicano. Al escuchar los ruidos grita: “No disparéis. Soy Republicano. Me paso al Bando Nacional”.
Entre una lluvia de disparos logra escabullirse y esconderse y finalmente, cuando todo se calma, logra llegar a las líneas franquistas. Después de esta hazaña, pasaría los últimos meses de la guerra en Burgos, lugar donde conocerá a su futura esposa: Araceli González.
Acabada la guerra, el joven matrimonio, afincado en Madrid, donde Joan trabajaba como gerente del hotel Magestic, no veía ante sí un buen futuro y planea salir del país. Amante de la literatura y el cine de temática sobre espionaje, Pujol traza un plan consistente en trabajar como espía para los británicos. Pero su propuesta sería totalmente ignorada. ¿Se rinde? No. En 1941 lo encontramos entrando en la embajada alemana en Madrid. Allí se presenta como el Sr. López y haciéndose pasar por un fervoroso fascista, ofrece sus servicios, afirmando que dispone de un pasaporte diplomático que le permite viajar a Gran Bretaña. Con una identidad falsa, unos conocimientos que no tenía y una documentación más falsa aún es fichado por la inteligencia alemana. Su nombre en clave: Alaric/Arabel/Arabal Mudándose a Lisboa, capital del espionaje de la época, comienza a trabajar para los alemanes. En Lisboa, sin hablar otro idioma que no fuese el castellano o el catalán, Joan Pujol tendría que hacer uso, y mucho, de su imaginación para no levantar sospechas y salir airoso. Y por si el desconocimiento de los idiomas y estar en otro país no fuese poco, debía aportar información y debía encontrar una justificación para explicar que sus informes llegasen con un matasellos de Lisboa. El primero de los problemas lo solucionaría acudiendo a la biblioteca de Lisboa y agenciándose un mapa de Reino Unido, varias guías turísticas y publicaciones de las cuales sacaría los datos de empresas británicas que incluiría en sus informes. Para justificar que sus cartas fuesen enviadas desde Lisboa, en lugar de Londres, se inventaría la existencia de un colaborador: un auxiliar de vuelo Británico, que trabajaba en la única compañía que todavía realizaba vuelos con la capital portuguesa, se encargaría de sacar sus cartas e informes de Inglaterra y enviarlos con más seguridad desde Lisboa.
Pero la imaginación de Joan Pujol no se detiene aquí y comienza a crear una red de agentes colaboradores que le ayudarían en su misión: El Agente Carbalho, destinado en Gales, que se encargaba de vigilar los movimientos de barcos y flotas del suroeste; el agente 3, un suboficial que informaba desde Glasgow; otro agente, de origen germano suizo, encargado de controlar los muelles de Liverpool y del Noroeste del país; el “joven venezolano adinerado”, destinado en Escocia; el agente 4, un camarero gibraltareño con base en el Soho de Londres…y un largo etc constituirían una complicada red de espionaje. ¿
La información que aportaban? Falsa, como el resto de información. ¿La identidad de sus colaboradores? Falsa también. Y es que la existencia de tales agentes fue fruto de la imaginación de Joan Pujol.
Durante sus años de servicio como espía para los alemanes crearía hasta 27 agentes colaboradores. Cada uno de ellos con su personalidad, problemas familiares, puntos fuertes… Eran tantos que Pujol empezó a usar unas pequeñas cartulinas para anotar los diferentes datos sobre sus espías fantasmas y no cometer errores. Pero la falta de información que aportaba en sus informes preocupaba a Alaric y temía ser descubierto de un momento a otro. Nos vamos a 1942. Los espías del MI6 detectan en los mensajes decodificados intervenidos a los alemanes varias direcciones de empresas británicas y comienzan a pensar que hay un espía nazi en Gran Bretaña. Un espía no muy bueno y un poco despistado. Les llamaba mucho la atención la cantidad de datos inexactos que dicho espía incluía en sus informes: maniobras, convoys, movimiento de regimientos…que no sólo eran erróneos…ni siquiera habían existido. Mientras intentaban dar con el misterioso espía, alguien recordó la información dada por sus compañeros del MI5 y les viene a la mente aquel joven español que se había presentado el año anterior para prestar sus servicios ¿Podría ser ese el hombre que estaban buscando? No tardarían en dar con él. Después de ponerse en contacto, en abril de 1942, Joan Pujol era interrogado en Londres por el MI5. Los agentes no se podían creer lo que aquel hombre les estaba contando, se quedaban asombrados con lo que Pujol les contaba sobre sus informes y sus agentes falsos. Para demostrar que esa historia tan disparatada era cierta, Joan Pujol les mostró copias de los 38 informes que había enviado a los nazis en los últimos 9 meses. Y efectivamente, no mentía: los británicos pudieron comprobar cómo un fragmento de uno de sus informes coincidía palabra por palabra con un mensaje interceptado a los alemanes. Tanto talento para el engaño y tanta imaginación no podían ser ignorados. Es fichado en seguida por el MI5 y su nombre en clave sería GARBO, en referencia a Greta Garbo y como un guiño por ser considerado por sus compañeros como el “mejor actor del mundo”. Joan Pujol se desplaza a Londres (esta vez de verdad) y comienza a trabajar para el MI5, a las órdenes de su supervisor Thomas Harris, que viendo el talento que tenía, le deja un amplio margen de actuación. Allí continúa trabajando y enviando a la inteligencia alemana informes que contenían datos confusos con datos verdaderos de bajo nivel que no levantaron sospechas entre los nazis. Y llegamos a un momento crucial a finales de 1942: los aliados planeaban desembarcar en Túnez durante la campaña en el Norte de África. Facilitar los datos de la operación Torch a los nazis pondría en riesgo la operación. No informar sobre ello pondría en alerta a la inteligencia alemana y se perdería la confianza en Alaric. ¿Cómo salir de este apuro? Pues de nuevo, con imaginación y mentiras. Pujol enviaría un informe en el que revelaba que uno de sus agentes estaba gravemente enfermo, razón por la cual no recibía información. Para curarse en salud, el MI5 publicaría la esquela del falso agente en la prensa británica. Pero era necesario aportar información. Y así se hizo, a través de una carta en la que Alaric informaba de que el “joven venezolano” alertaba sobre la salida de un convoy de barcos, indicando el momento y el lugar del ataque de las tropas aliadas. Falsificando la fecha y el matasellos la carta llegaría una semana después de la invasión. Pese a q la información llegaba tarde, los alemanes se mostraron encantados con la valiosa aportación de Alaric y decidieron que su sueldo, y los de sus agentes, aumentasen un 50%.
El MI5 propone a Garbo dejar a un lado las cartas con mensajes con tinta invisible y optar por trasmitir la información por radio. A medida que la guerra avanzaba, mayor era el número de falsos agentes que se incorporaban a la red de espionaje de Alaric): un oficial británico que trabajaba en el Ministerio de Información de España; el agente 5 (hermano del joven venezolano); el agente 6 destinado en el norte de África. También recluta a la viuda del agente fallecido, alias “la viuda” e incluso se inventa una aventura con una secretaría del Ministerio de Información Británica. Y así continuaría. La confianza de los alemanes en Alaric era total y absoluta. Esa confianza en la información que aportaba y el minucioso planteamiento de la operación del Día D serían fundamentales para el éxito del desembarco de los aliados en Normandía.
Los alemanes vigilaban las costas francesas y en especial, tenían blindado el paso de Calais, que era el sitio más lógico para efectuar un ataque. Rommel no pondría fácil la entrada de los aliados: la costa francesa estaba plagada d vallas, minas, zonas de artillería e infantería y todo tipo de trampas para evitar ataques en las playas. Mientras se desarrollaba el plan en Normandía era fundamental mantener a Rommel y a sus hombres en Calais. Por ello, Pujol enviaba en sus informes del movimiento de tropas, barcos y 11 divisiones de hasta 150.000 soldados que se acercaban al paso de Calais. Era fundamental que la idea del ataque en Calais se convirtiese en una creencia firme para los alemanes. Los aviones de la Luftwaffe que sobrevolaban en este y sureste de Inglaterra confirmaron que los aliados se estaban preparando para la acción y pudieron fotografiar aviones, camiones, lanchas que en realidad eran de cartón. El ejército de EEUU y GB venían de camino y el ataque era inminente y así se lo hacían saber a la resistencia. ¿Cómo? A través de la reproducción del estribillo de la “Canción de Otoño” de Paul Verlaine desde la BBC de Londres. El estribillo se leería para hacer saber que faltaba poco para el ataque. Y la estrofa de la canción decía lo siguiente: “Los largos sollozos de los violines de otoño hieren mi corazón con un lánguida monotonía”.
La maniobra de engaño a los nazis era un éxito: la información sobre el ataque inminente de los aliados sobre el paso de Calais era un hecho. Y así, con la falsa información dada por Garbo, se produce el Desembarco de Normandía. 6 de junio, día D.
El ataque pilla por sorpresa a los altos mandos de ejército alemán, que se enteran del ataque en Normandía varias horas después. A última hora de la tarde, Rommel iba a dar la orden de enviar a más de 40.000 hombres a las costas de Normandía. Pero un mensaje urgente de Garbo llega afirmando que la maniobra en Normandía era una maniobra de distracción y que el verdadero ataque se produciría en el paso de Calais. Hitler recibe la información de Garbo y firma la orden de cancelar el desplazamiento de los Soldados a Normandía. El despiste consiguió que los soldados aliados consiguiesen pisar suelo francés a finales de Junio y a mediados de septiembre lograsen liberar Francia. Pese a la derrota, los alemanes nunca desconfiaron de Garbo, a quien le concedieron la Cruz de Hierro por su labor de espionaje.
Acabada la guerra y, por temor a represalias, Joan Pujol abandona Reino Unido, con los pagos que tanto los británicos (15.000 libras) como los alemanes (35.000 pesetas) y su rastro se desvanece. Los últimos datos sobre él indicaban que había fallecido en Angola, en 1959, víctima del paludismo. Pero si la vida de Joan Pujol era mentira, quizás también lo fuese su muerte. O eso pensó el periodista Nigel West, que contrató a un investigador para dar con él. Fue localizado en Venezuela, donde trabajaba para la petrolera Shell.
Cuando West se reúne con Joan Pujol lo convence para ir a Reino Unido para recibir la Orden del Imperio Británico. Joan Pujol moriría, en 1988, a los 76 años creyendo que no había hecho lo suficiente. Se calcula que gracias a la labor de Garbo, la Segunda Guerra Mundial se acortó más de dos años y se salvaron decenas de miles de vidas.
