
ASESINOS EN SERIE: EL PETISO OREJUDO
En la Argentina de las primeras décadas del siglo XX no era necesario amenazar con el hombre del saco: bastaba con mencionar al Petiso Orejudo para que todos los niños se durmiesen y se portasen bien. Se llamaba Cayetano Santos Godino pero pasaría a la historia como “El Petiso Orejudo”, el primer asesino en serie de Argentina. Hoy os cuento su historia, que llama mucho la atención no tanto por su número de víctimas sino por el perfil de éstas y por lo precoz que fue a la hora de iniciarse como asesino en serie. Vamos allá.
Cayetano Godino nació el 31 de octubre de 1896 en Buenos Aires, era uno de los diez hijos que trajeron al mundo Fiore y Lucía Godino, un matrimonio de emigrantes que había llegado a Argentina desde Italia en busca de una vida mejor. Cayetano era un niño menudo, enfermo, que estuvo varias veces a las puertas de la muerte. Seguro que no os han pasado desapercibidas las orejas: para los investigadores de la época tampoco, luego os cuento la importancia que éstas tuvieron en el caso. A su mala salud hay que sumar las constantes palizas de su padre, alcohólico empedernido y de uno de sus hermanos mayores, Antonio que también había caído en el alcoholismo.
Con sólo cinco años ya vagabundeaba por las calles: había sido escolarizado en varios colegios pero fue expulsado de todos ellas por su comportamiento rebelde así que pasó toda su infancia en la calle, vagando por terrenos abandonados donde más adelante cometería sus crímenes. Y, no, esta vez no tendremos que esperar a su vida adulta, ni siquiera a su adolescencia para ver su lado criminal, porque a finales de septiembre de 1904, cuando apenas tenía 7 años, se lleva a Miguel Depaola, un bebé de apenas dos años a un terreno abandonado donde lo golpea repetidas veces y lo arroja a un matorral. Afortunadamente al pequeño Miguel no le ocurrió nada más: en ese momento la policía pasaba por allí, se lleva a los dos niños a comisaría, que serían recogidos por sus madres y dada la edad de Godino la cosa no fue a más.
Un año después Godino actúa de nuevo, esta vez con una vecina de año y medio a la que vuelve a llevar a un terreno abandonado para golpearle la cabeza en repetidas ocasiones. Y de nuevo la policía aparece una vez más para detener la agresión. Godino, que por entonces tiene 8 años es detenido pero de nuevo la policía se topa en la misma situación: dada la edad del agresor es puesto en libertad.
A finales de marzo de 1906 se denuncia la desaparición de la pequeña María Rosa Face, de tres añitos. Nunca más se supo de ella. El responsable, como estaréis imaginando, fue el Petiso Orejudo, que confesó años después que fue el autor de su asesinato: de nuevo repetía su patrón y llevaba a la víctima a un terreno abandonado, donde intentó estrangularla acabó enterrándola viva. Nunca pudo recuperarse su cuerpo porque cuando Godino confesó y las autoridades se presentaron en el lugar del crimen ya había sido construida allí una vivienda.
Apenas unos días después de la desaparición de la pequeña María Rosa, el padre de Godino lo denuncia a la policía al descubrir que había estado torturando y matando aves de corral. Este tipo de conductas sádicas es considerado un signo de alarma y un patrón que se ha observado en multitud de casos de asesinos en serie, junto con otros aspectos que ya os he comentado en hilos anteriores (madre dominante, padre ausente o maltratador, abusos, etc.). Tras dos meses recluido volvió a las calles y como os podréis imaginar…volvió a las andadas.
Nos vamos a septiembre de 1908, cuando lleva al pequeño Severino González, de dos años, a una bodega donde intenta ahogarlo. Afortunadamente es sorprendido por el dueño de la bodega. Para salir del paso, Godino se inventa que ha sido una mujer vestida de negro la que ha llevado el niño hasta allí. Lo llevan a comisaría y como ya había pasado en el resto de ocasiones, es entregado a su familia al día siguiente.
Unos días después vuelve a las andadas y una joven madre descubre horrorizada como Godino torturaba a su hijo, que no había cumplido aún los dos años, con un cigarrillo. Esta vez el Petiso Orejudo consigue escapar y de nuevo, sale impune.
Ya tenía 12 años pero un asesinato a sus espaldas (que se descubriría años después) y varias tentativas de asesinato. Sus padres, Fiore y Lucía, en diciembre de ese mismo año (1908) ya no pueden seguir haciendo frente a los continuos problemas que su hijo causa deciden entregarlo a la policía: esta vez sí que se toman medidas: Godino es enviado a un centro de menores (la Colonia de Menores Marcos Paz) y allí permanecerá hasta que cumple los 15 años.
Lejos de modelar su comportamiento, la estancia en el Centro de Menores va a convertir al Petiso Orejudo en un ser más cruel y sádico si cabe.
Estamos en enero de 1912 y apenas hace un mes que el Petiso Orejudo ha quedado en libertad cuando se encuentra el cadáver de Arturo Laurora, un chiquillo de 13 años que aparece golpeado y estrangulado en una vivienda vacía. Años después, Godino confesaría ser el autor de este crimen.
Golpes, estrangulamientos y una nueva fascinación: el fuego. Primero, prendiendo fuego a la ropa de una niña de tan solo 5 años, que moriría días después. En los siguientes meses provocó dos incendios que afortunadamente fueron sofocados sin tener que lamentar víctimas mortales.
A principios de noviembre de 1912 engaña a un pequeño de dos años con la escusa de comprarle unos caramelos y se lo lleva a un almacén. Allí lo ata y justo cuando los estaba ahorcando con una cuerda un hombre lo sorprende y avisa a las autoridades. El Petiso Orejudo declara que se había encontrado el niño atado y que estaba intentando rescatarlo y, ante la falta de pruebas es puesto en libertad.
A mediados de ese mismo mes, vuelve a las andadas y se lleva a Carmen Ghittone, de tres años, a un terreno abandonado donde la golpea pero de nuevo es sorprendido por un vigilante y Godino consigue escapar. Lo intentará de nuevo apenas unos días después, intentando llevarse a Catalina Naulener, que tenía cinco años: antes de llegar a su destino (como no, un terreno abandonado) la niña se niega a seguir caminando con él y Godino, frustrado, empieza a golpearla en plena calle. Un vecino lo ve y acude a ayudar a Catalina y, una vez más, Godino huye de nuevo.
Muchos intentos de asesinato a sus espaldas, en unas ocasiones logró huir, en el resto fue puesto en libertad debido a su corta edad o a la falta de pruebas pero la racha de suerte del Petiso Orejudo se acabaría pronto.
Llegamos al 3 de diciembre de 1912 y nos encontramos con Godino vagabundeando de nuevo, buscando una nueva víctima: estaba de suerte, se encuentra a un grupo de niños jugando y convence a uno de ellos, Gesualdo, para ir a comprar unos caramelos, se lo lleva a un lugar alejado y allí comienza a agredirlo, a atarlo y a intentar ahorcarlo con una cuerda sin éxito. Mientras busca alguna herramienta que le sirva para acabar con la vida del pequeño se encuentra con el padre de Gesualdo, que lo buscaba desesperadamente y con toda la sangre fría del mundo, le responde que no lo ha visto y que lo mejor que puede hacer es acercarse a una comisaría a interponer una denuncia. Al fin encuentra algo que le puede servir: un clavo de 10 cm que clavará en el cráneo de su víctima con ayuda de una piedra. Acaba con su vida y huye del lugar.

Después de tantos intentos fallidos, lo había logrado y, no contento con ello acude al velatorio del pequeño, se le queda mirando durante un buen rato y huye llorando.
La suerte acaba para el Petiso Orejudo unos días después, el 4 de diciembre de 1912, cuando dos policías, que habían estado atando cabos, lo detienen en su domicilio: en sus pantalones encuentran restos de la cuerda con la que había intentado ahorcar a Gesualdo y un recorte de prensa donde se detallaba el asesinato del pequeño.
Confesaría un total de cuatro homicidios, varios incendios y numerosas tentativas de asesinato. En 1914 se le considera penalmente irresponsable y se ordena su reclusión en un hospicio (Hospicio de las Mercedes) donde ataca a dos pacientes e intenta huir. Se le traslada provisionalmente a una penitenciaría y finalmente, en 1923 se le traslada definitivamente a la Penintenciaría de Ushuaia, en Tierra de Fuego.

Allí fue objeto de múltiples estudios médicos que consideraban que sus grandes orejas podían ser el origen de su maldad. Suena muy absurdo, lo sé, pero hay que recordar que hace cien años la criminología se encontraba en pañales y que por entonces cobraban mucha fuerza las teorías de Cesare Lombroso, un reputado médico y antropólogo considerado el padre de la criminología. La tesis establecida por Lombroso (y que se utilizó durante mucho tiempo para clasificar a los criminales) establecía que los criminales eran una especie de eslabón perdido y que podían ser clasificados en seis categorías: criminal nato, delincuente loco moral, delincuente epiléptico, delincuente loco, delincuente pasional y delincuente ocasional. Y os estaréis preguntando en qué se basaba para encuadrar a un delincuente en una u otra categoría: pues en las características físicas (tamaño del cráneo, de los ojos, de la frente…) Es un poco largo esto de Lombroso pero si os interesa un día os lo explico con más calma.
El Petiso Orejudo fue clasificado como “criminal nato” y en 1927 fue sometido a cirugía para reducir el tamaño de sus orejas debido a la creencia que esa característica física era el origen de su comportamiento asesino.

Murió el 15 de noviembre de 1944 debido a una hemorragia interna y aquí surgen distintas teorías sobre su muerte: unos consideran que la hemorragia fue fruto de una úlcera gastrointestinal y otros afirman que murió debido a una paliza que le propinaron los otros presos por haber matado al gato que éstos tenían de mascota.
Y hasta aquí el hilo de hoy. Espero que os haya gustado, aunque gustado no es la palabra adecuada, más bien sería interesado. Si os ha interesado lo de Lombroso podría hacer algún día un hilo explicando un poco más en profundidad su teoría y su clasificación de los criminales.
Os dejo la bibliografía:
https://lamenteesmaravillosa.com/cesare-lombroso-y-su-clasificacion-de-los-criminales
Te digo en te y ahora aquí. Tus hilos me parecen sumamente interesantes, gracias por hacerlos.
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Te sigo en Twitter*. ¿Qué coño le pasa al autocorrector de mi teléfono?
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gracias a ti por leerlos
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